Juan
Bautista saltó de gozo
en el seno de su madre al
acercarse Nuestro
Señor
(Lc 1, 44), y más tarde, desterró toda tristeza el día que
halló a Cristo (Jn 3,29). Jesús, inundado él mismo de la felicidad
beatífica, quiere que ésta se refleje en el alma y la frente de los
suyos: "Que mi gozo sea en vosotros y vuestro gozo sea perfecto"
(Jn 15,11).
Nadie puede arrebatarnos esta alegría porque brota "de nuestra comunión... con el Padre y con su Hijo, Jesucristo". (Jn
1, 4).
¿No
es el Señor quien nos dice que "no hay bien superior a la
alegría del corazón" (Ecl 30, 16), que esa alegría es "la
vida del
hombre" (ib. 22)? Dom Esteben Chevevière